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🦋 LUZ INTERIOR 🌺

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¡Qué bonita noche! ¡Es una buena noche para desear el bien! ¡Te deseo todas las cosas buenas que una noche como esta puede ofrecerte! ¡Buenas noches!
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Cuando los guardias nazis preguntaron “¿Quién habla alemán?”, ella no levantó la mano. Y ese gesto silencioso cambió el rumbo de la historia. 🇭🇺 Hungría, 1944 Flora Klein, una adolescente de 14 años, estaba de pie en un barracón de un campo de concentración mientras los oficiales de las SS caminaban entre las prisioneras. “¿Quién habla alemán?”, gritaban. Decenas de manos se alzaron. Las mujeres creyeron que hablar el idioma podría significar un trabajo mejor, una oportunidad para vivir. Muchas de ellas desaparecieron al día siguiente. Flora mantuvo la suya abajo. Comprendió una verdad brutal: en un sistema creado para matarte, ser invisible es sobrevivir. La niña del pueblo húngaro de Jánd había perdido casi todo: sus padres, su familia, su infancia. Pero tenía un instinto sobrenatural para mantenerse viva donde nadie lo hacía. Fue obligada a trabajar en tareas humillantes: cortar el cabello a otras prisioneras, servir a quienes asesinaban a su pueblo. Se hizo útil pero invisible. Y, contra toda probabilidad, sobrevivió. 🌍 El segundo milagro Al ser liberados los campos, Flora llegó a Israel. El 25 de agosto de 1949 dio a luz a su hijo: Chaim Witz. Pero criar sola a un niño en la joven y empobrecida nación israelí era casi imposible. En 1958, con apenas algo de dinero y un inglés rudimentario, Flora emprendió otro viaje imposible: emigró a Nueva York junto a su hijo de ocho años. Se establecieron en Queens. Flora trabajó en lo que pudo — costurera, empleada, limpiadora — largas jornadas a salarios de supervivencia. Pero su objetivo era claro: que su hijo tuviera la libertad y la voz que a ella le habían arrebatado. El pequeño Chaim observaba. Veía la fuerza silenciosa de su madre, su dignidad en la adversidad, su negativa a rendirse. Y se hizo una promesa: haría que todo su sacrificio valiera la pena. 🎸 Del silencio al estruendo Años después, el mundo conocería a Chaim Witz con otro nombre: Gene Simmons, el carismático y explosivo líder de KISS, una de las bandas de rock más grandes de la historia. Pero detrás del fuego, del maquillaje y de los escenarios, Gene siempre recordaba quién era la verdadera heroína. “Todo lo que soy se lo debo a mi madre.” No era una frase de agradecimiento. Era una verdad profunda. Compró una casa para ella. Llevó a Flora a sus conciertos y la presentó ante miles de fans. Ella, la mujer humilde que una vez había sido prisionera, recibía ovaciones de multitudes. Gene incluso se tatuó el número del campo de concentración de su madre en el cuerpo. Una promesa grabada en la piel: “Llevaré conmigo lo que tú llevaste. Nunca lo olvidaré.” 🕯️ La victoria final Flora Klein murió en diciembre de 2018, a los 93 años. Vivió lo suficiente para ver a su hijo triunfar, para conocer a sus nietos libres y seguros, para saber que su vida — y su silencio — habían creado algo hermoso. Cuando en aquel campo los guardias preguntaron “¿Quién habla alemán?”, Flora guardó silencio. Ese silencio preservó una vida. Esa vida dio origen a otra que inspiró a millones. Su legado no es solo la supervivencia al Holocausto. Es lo que hizo con esa supervivencia. Pudo haber sido consumida por el trauma. En cambio, enseñó a su hijo fuerza, trabajo y la determinación de reconstruir incluso después del infierno. Le enseñó que cuando el mundo intenta borrarte, debes vivir tan alto, tan fuerte, tan visible, que la historia no tenga más remedio que recordarte. ⚡ De madre a leyenda Gene Simmons se hizo famoso por su fuego, su exceso, su espectáculo. Pero en el fondo era un niño que había visto a su madre negarse a ser vencida. Aprendió que la supervivencia no es pasiva: es activa, desafiante, poderosa. Y entendió que la mejor venganza contra quienes quisieron exterminarte es vivir plenamente, triunfar absolutamente y criar hijos que jamás conozcan el miedo que tú conociste. Algunos héroes respiran fuego sobre el escenario. Otros trabajan turnos dobles en Queens, crían solos a sus hijos, y cargan con el trauma en silencio, con dignidad. Flora Klein fue ambas cosas.
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☕️ Quien toma café entiende el drama! 📄 Si para quien toma café ya es difícil, imagina para quien enfrenta el día basado en coraje y agua helada! 😂 El café es más que una bebida, es resistencia emocional en forma líquida.😉 ¿Se identificó? Entonces eres de los nuestros!❤️☕️
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Bonita tarde
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Existe multitud de personas que hacen de la queja un hábito, una forma de vida, si llueve les molesta, si sale el sol también, si los saludas de mala gana se enojan, y si lo haces amablemente se fastidian; el tema es: QUEJARSE. Tienden hacia un lamento continuo, sin darse cuenta de que con su discurso se atan aún más al pasado y a la dificultad. Reviven viejas penas y culpan por no haber aprovechado tal o cual oportunidad. Se deleitan buscando de qué quejarse para tener un tema de conversación generalmente negativa que no conduce a nada. La gente sabe que quejarse no cambia las situaciones, ni tampoco mejora las cosas, sin embargo le agrada poner en evidencia, que la realidad nunca le agrada. Miedos, inseguridades, inquietud, aflicción y dolor son sentimientos por los cuales atraviesan este tipo de personas, las cuales no actúan, e intentan con la queja liberarse de sus pesares, aunque nunca lo logren. La queja, no resuelve nada, porque es inoperante, no aporta soluciones, es el recurso de los amargados que no se atreven a cambiar lo que no les agrada, ni aceptar lo que no pueden cambiar ni a las personas como son. Quejarse es concentrar la atención en lo malo, lo que no se desea, que con la queja se refuerza y expande. Estos pensamientos negativos crean la realidad y nuestras palabras expresan esos pensamientos. El tiempo que perdemos quejándonos podríamos aprovecharlo buscando soluciones y sacándole provecho a la situación por la que estemos pasando. Revierte todo lo que esté a tu alcance y busca el lado bueno a tus circunstancias. Cada vez que te vayas a quejar de algo, pregúntate: -¿Por qué me estoy quejando de esto?. Antes de quejarte, revisa cómo está tu autoestima y si te das cuenta de que hay algo que no anda bien, busca ayuda y sana tus emociones. No te quejes, piensa que cuando lo haces te estás deteniendo. Si percibes que algo has hecho mal, vuelve a hacerlo de nuevo; cambia tu manera de actuar, tu forma de expresarte, tu modo de hablar y no te detengas a quejarte. Avanza sin mirar atrás, te queda un largo camino por recorrer, y la queja no es precisamente tu mejor compañera. - Manuel Vallejo Andreu
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La Navidad no duele por sí sola. Duele porque activa recuerdos, ausencias y comparaciones. Un villancico, una mesa incompleta, una fecha marcada en el calendario o una historia en redes pueden abrir emociones que parecían dormidas. Identificar estos detonantes no es para evitarlos a toda costa, sino para anticiparte y cuidarte mejor: 1️⃣Registra el momento Durante la semana, anota cada vez que sientas un aumento del dolor. Especifica: Qué estaba ocurriendo (reunión, canción, mensaje, publicación). Dónde estabas. Qué pensaste justo antes de sentirte así. Ejemplo: “Escuché esta canción en el supermercado y sentí un nudo en la garganta.” 2️⃣Clasifica el detonante Marca a qué categoría pertenece: -Social: reuniones, preguntas, brindis. -Sensorial: música, olores, luces. -Temporal: fechas exactas, horarios. -Digital: redes sociales, fotos, mensajes. Ver el patrón te devuelve control. 3️⃣Nombra la emoción Ponle nombre a lo que aparece: tristeza, nostalgia, rabia, soledad, ansiedad. Evita el “estoy mal”. Nombrar ordena. 4️⃣Diseña una respuesta de autocuidado Para cada detonante frecuente, elige una acción protectora: -Pausa y respiración de 60 segundos. -Salir a caminar. -Cambiar de canción/ambiente. -Mensaje a alguien seguro. -Retirarte sin explicaciones largas. 5️⃣Revisa al final de la semana Pregúntate: ¿Cuáles se repiten? ¿Qué respuesta me ayudó más? ¿Qué puedo ajustar para las próximas fechas? Los detonantes no son debilidad; son señales. Cuando los reconoces, dejan de sorprenderte y empiezan a guiar tu cuidado. Esta Navidad no se trata de aguantar, sino de atravesar con conciencia y compasión. Donde hay anticipación, hay alivio. Donde hay cuidado, el dolor pesa menos. Psic. Jonathan Olivera
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